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El pan quiere reconquerir los paladares

El consumo mediano de cada catalán durante el 2012 fue de 32 kilos, por debajo de la media española

rebanada de pan

rebanada de pan

224.337,33 kilos. Esta es la cantidad de pan que los catalanes consumieron durante todo el 2012, hecho que sitúa Cataluña como la segunda comunidad más panarra del Estado español en términos absolutos, detrás de Andalucía (309.594 kilos), según el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio ambiente. Pero a pesar de que parece una cifra elevada, el consumo per cápita que resulta es de 32 kilos por catalán/año, hecho que entonces nos posiciona a la parte baja de la mesa española. De hecho, la península Ibérica es una de las zonas de Europa en que la ingesta de pan es más baja, a pesar de ser un producto básico de la tradición alimentaria local.

'Pan cada día'
Actualmente el pan está de moda. Florecen hornos y establecimientos que venden productos de panadería en todo Cataluña, pero el consumo de pan ha ido cayendo desde hace años. La situación actual ha hecho reavivar un sector que se había abandonado al placer de la caja rápida, con productos de poca calidad y preferencia por el congelado, pero los 35,60 kilos de pan consumidos por habitante en 2011 contrastan con los 134 kilos per cápita de 1964.

Por reconquerir los paladares de la ciudadanía el mundo de la panadería hace unos años que lleva a cabo campañas que recuerdan la importancia de introducir el pan en una dieta equilibrada y da a conocer estudios independientes que niegan la afirmación "el pan engorda". 'Pan cada día' es una de las últimas actuaciones del colectivo, que ha visto como en pocos años el consumo ha caído de los 58,4 kilos por persona en 2000 a los 35 de 2011.

Los cereales son una parte esencial de las grandes civilizaciones. Y el pan es la evolución de uno de estos, el trigo. Ahora que se está recuperando la artesanía, el uso de levaduras naturales y el rechazo de aditivos y millorants, no hay excusa para cerrar la puerta a un producto muy arraigado en Cataluña, como denotan las decenas de panes diferentes que existen ―y que documentan Joan Amades o Alcover Moll―, la tradición de cocas del recetario (de recaudo, de panadero, de aceite) o los hornos de leña y las pastadores que todavía se conservan a muchas masías. Incluso la aparición de trigos antiguos y diferentes del trigo común como la espelta o el trigo del corazón (kamut) permiten que, excepto las personas con celiaquia, todo el mundo pueda disfrutar de una buena rebanada de pan… con tomate.

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