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Taxistas, el arte del buen charlar

Una historia de anécdotas personales, políticos, bocadillos y comedores improvisados

Taxi

Los taxistas barceloneses

El comedor improvisado de Manuel

El comedor improvisado de Manuel (miráis la galería de imágenes para ver la fotografía más grande)

El fogón de camping de Antonio

El fogón de camping de Antonio (a la galería de imágenes veréis la fotografía más grande)

Taxis a la estación de Sants de Barcelona

Taxis a la estación de Sants de Barcelona

De charlar, charlan, y mucho. Te explicarían la vida y te detallarían cada una del millar de anécdotas que guardan a la cabeza:

- Dile qué te pasó con aquel mozo de escuadra.
- Que nooo, Cayetano, que nooo, que era un poli local. Un paio que me paró justo después de comer. Y sabía que había acabado de comer, eh? Lo sabía; me estaba esperando. Y yo: "Esto se uno atraco!". Y él: "A ver, usted que ha comido?". Y yo: "Un menú y una caña pequeña. Nada de 'carajillo'!".
- Nada, tú. Que te quería pillar bebido.
- Pero no me va pillar.

Tampoco pararían de hablar de política (deben de ser las horas de radio), ni de comentar cualquier tema de actualidad: "Que sí, Antonio, que lo he escuchado esta mañana! Que los berberechos y los mejillones son malos porque tienen mucho polonio! [en verdad, mercurio, entre otros metales tóxicos]". No hay que decir que conocen todos los personajes del mundo de la política, especialmente la local y nacional, y de todos ellos tienen opinión. De algunos, incluso, han hecho refranes propios (continuáis leyendo y veréis). Una cosa es clara: tienen buena memoria -no es casualidad que tuvieran que aprenderse la guía de calles de Barcelona para entrar al gremio- y los encanta demostrar que poseen tan recordable calidad.

Pero que comen los taxistas?

Y comer? Comer también comen, sólo faltaría, pero quizás no tanto como charlan. O al menos esto es el que nos han dicho. Todos presumen de una dieta sana y ligera, de frugalitats, sobre todo si hablamos de la cena, porque así, al llegar a casa, se van a dormir con la digestión muy hecha. Todos aseguren comerse una o dos piezas de fruta al día, ya sea a media mañana o para merendar. "Yo antes trabajaba de metalúrgico y me cruspia muchos bocadillos. Cuando me puse de taxista me engordé mucho, porque no necesitaba tantas calorías", dice Francisco. "'Bueno' -matiza José Luis-, no hacemos desgaste de energía, sino de coco". Aún así, muchos de ellos no renuncian al bocadillo, porque es fácil de hacer, es práctico ("te lo puedes comer adentro del coche"), es rápido de comer ("para no perder trabajo") y es barato ("la cosa está 'mala', 'mala'"). La crisis se nota y pandilla, y si antes muchos tenían su bar de menús donde hacían religiosamente parada y fonda, ahora han tenido que renunciar.

El comedor en el maletero
Otros se llevan la fiambrera, y unos terceros, no muchos, preparan un picnic motorizado y convierten el maletero en comedor. Es el caso de Manuel, que pliega los dos asientos traseros para utilizarlos de mesa, los cubre con una coloreada toalla de playa y empieza a sacar parte de la teca de la nevera portátil, donde siempre lleva una botella de agua congelada. distribuye una fiambrera con un tomate, una zanahoria, una cebolla pequeña y una lata de atún para la ensalada; un trozo de xoriç gallego, fuet y morcilla catalana, que acompaña con un poco de pan; nuevos, que rompe con el martillo que siempre trae al coche, y un poco de vino. Alcohol? "Sí, pero sólo unas gotas". También trae un poco de orujo y coñac para bautizar ligeramente el café -de nuevo "un nada, sólo unas gotas"-. Es de los pocos que nos ha dicho que toma alcohol. Hablando de café y de economía: Antonio incluso tiene su fogón de camping, un fogón estilizado, no mucho aparatós, que guarda en una pequeña maleta metálica. "Con esto me caliento las lentejas y, boy escout, como casa!". Es el mismo fogón donde se prepara el café -este sin gotas de orujo- con una cafetera italiana de una sola taza.

"El hostal de Can Moscas" y el refrán sobre los políticos
Las opiniones también son las mismas cuando hablan del bar del aeropuerto: lo odian y piden que quede constancia. No hay microondas, está sucio y algunos se refieren como "El hostal de Can Moscas", puesto que en una ocasión -dicen- lo tuvieron que cerrar por la cantidad de insectos voladores que había. Algunos aprovechan el tiempo de espera que tienen al aeropuerto para ir paseando hasta la maresma de las Filipinas, al delta del Llobregat. Y es que ahora el trabajo escasea y cada vez se esperan más, ya sea a la parrilla del aeropuerto o a la de Sants, donde los hemos entrevistado. "Cada cinco carreras malas, tienes una de regular", se llanto Daniel 'lo Sabio', que asegura que viene "de Andròmeda" y se presenta como "señor Androide, para serviros". Todo esto lo resumen con un refrán de autoría desconocida pero más que popular entre los taxistas: "Cono Aznar, comías en el bar; cono Zapatero, en el maletero, y cono Rajoy, no savias si comerás hoy".

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