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Descubrimos el auténtico Lambrusco

Aprendéis a distinguir los bonos originales de las malas copias: os revelamos cuál es el bono de verdad

Variedad de uva para hacer lambrusco

Vendimia a una viña perteneciente a una DOP de Lambrusco

Rimas de lambrusco

Una enòloga comprueba la evolución de un Lambrusco

Los colores del lambrusco

Rosado y negro son los dos colores de este escumós

Degorjat del lambrusco

El momento del degorjat: el proceso es el mismo del cava

Es mucho más del que nos imaginábamos. Lo conocemos de numerosas cenas que nos ha acompañado entre amigos junto a una pizza, pero el Lambrusco auténtico, el bono de verdad, va mucho más allá. Y ahora, los organismos que garantizan la calidad lo reivindican con toda justicia. El Consorzio Marchio Storico dei Lambruschi Modenesi y el Consorzio Tutela e Promozione dei Vini Reggiani, que guarecen las seis denominaciones de origen del Lambrusco, han establecido unos parámetros para elaborar y reconocer el buen Lambrusco.

Probemos uno de bono. Lo encontraremos fresco, afruitat, ligeramente ácido, con una graduación de alcohol equilibrada, un toque de gas y —y esto también es interesante— lo compraremos a un precio asequible. Normalmente lo encontraremos rosado, pero también hay de negro. No es extraño que un vino tan amable como el Lambrusco se haya convertido en el vino italiano que ha roto más fronteras desde los años 70. Ahora es conocido en todo el mundo, pero, igual que los pasa a la pizza o la sartén, hay que tener cuidado: nos han hecho pasar por Lambrusco vinos que no lo eran, o que no tenían la calidad que haría falta. Ahora es el momento de sacarnos estos complejos de sobre y de disfrutar de este escumós —'frizzante' o 'spumante', según el caso— en su versión original, la de calidad.

Desde el tiempo de los romanos
El Lambrusco es una bebida con una larga historia, en Italia. Un vino de orígenes humildes, que ya bebían griegos y romanos. El territorio de origen es el norte del país, en la Emilia-Romaña —no sólo en la Toscana hay grandes viñas de donde nacen buenos vinos transalpinos! También en esto, el buen Lambrusco puede demostrar que es un vino que hay que conocer. Porque más allá de complementar cualquier comida, también es un escumós con una complejidad singular.

La historia del Lambrusco es llena de hechos ressenyables. Antiguamente, se le habían reconocido calidades medicinales. Llenó las copas de los monarcas y se servía a las mesas papales. En el siglo XV se empleaba como moneda de cambio para pagar los aranceles. La leyenda asegura que incluso contribuyó a ganar batallas. Hoy ha conquistado el paladar de miles de comensales y es el vino italiano más vendido en el mundo. El que hace falta es pedir el auténtico de verdad y hacer frente a los que lo imitan y lo elaboran mal.

Para evitar la propagación de falsos lambruscos y malas copias, los consejos reguladores de las seis denominaciones de origen que han mantenido la tradición del Lambrusco (y que guarecen seis denominaciones de origen y una indicación geográfica protegida) reivindican las calidades.

Una tradición puesta al día

Los primeros lambruscos nacían de la Labrusca vitis, una variedad de uva silvestre que Virgilio ya citaba en sus escritos y que griegos y romanos consiguieron domesticar. Después de siglos de evolución, hoy se obtienen lambruscos rosados, negros, secos, semisecs, dulces, gaseosos ('frizzanti') y escumosos ('spumanti'). Cada bodega le otorga la personalidad que desea, sin perder de vista que el Lambrusco es un vino festivo, asociado a la celebración o a redondear el día a día. Un vino que pasa bien, pero no por eso menos rico.

El respeto por la tierra, el reconocimiento de la tradición y la modernización de instalaciones son los pilares sobre los cuales descansa el trabajo de las bodegas que velan por el buen nombre del Lambrusco. Los buenos bodegueros del Lambrusco escuchan las viñas, cosechan la uva en el punto de maduración correcto, lo seleccionan, dejan que el mosto fermente con sus levaduras, sin azúcares añadidos, lo hacen refermentar para obtener la espuma que lo caracteriza —el proceso es equivalente al del cava o el champán, rechazáis falsos lambruscos con gas añadido artificialmente!—, lo enfrían, lo filtran y lo envasan con toda la cura imprescindible para obtener un Lambrusco que haga honor al nombre.

Los vinos reconocidos por los consejos reguladores nacen de estos procesos, pero tienen características del todo propias según la zona.

En la provincia de Módena hay cinco denominaciones de origen protegidas (DOP) de Lambrusco. El Lambrusco di Sorbara DOP es de un color rosado suave, intensamente perfumado y ácido. El color del Lambrusco Grasparossa di Castelvetro DOP presenta toques violacis y la espuma es sutil y efímera, mientras que el Lambrusco Salamino di Santa Croce DOP es de un rojo subido y con aromas frescos. El Lambrusco di Modena DOP también es rojizo, pleno de sabor y muy versátil.

La provincia vecina, Reggio de Emília, es el territorio de dos DOP. El Reggiano Lambrusco DOP se distingue para ser uno de los más elegantes. Los Lambrusco de Colli di Scandiano e Canossa DOP se están valoritzant de nuevo gracias a un trabajo intenso de mejora y recuperación de las viñas de este territorio.

Queda todavía un sello de calidad: el Lambrusco IGP dell'Emilia, una indicación geográfica protegida a la cual se acogen viñas dispersas de Piacenza, Parma, Reggio de Emília, Módena y Bolonia.

Cualquiera de estas marcas os servirá para identificar un Lambrusco del bono. Y esto os ayudará a disfrutar mucho más de este escumós que, hay que decirlo con justicia, ha introducido tanta gente en el mundo del vino. Desacomplexeu-os y sorprendeos con lambruscos buenos de verdad, vuestras comidas (pastas y pizzas, sí, pero veréis que podéis hacer muchos maridajes que ni habíais imaginado!) se encomendarán del espíritu alegre y festivo de este vino.
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