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Más hornos artesanos se reivindican

El renacimiento de la cultura del buen pan suma nombres como Boldú y Solà, que se han mantenido fieles al oficio

horno de pan boldú

El interior del horno-cafetería de Boldú en Provenza 233

pan fumado de pan solà

Los panecillos fumados con maíz tostado, de Solà

370 años de oficio tradicional son los que acumulan Boldú y Solà, dos panaderías que, consolidadas por el valor que otorga el paso del tiempo, ahora buscan hacerse un nombre entre la ciudadanía. En los dos casos se trata de negocios familiares; Boldú está establecido en Barcelona y cuenta con varios locales en la ciudad, y Solà nació y crecer en Argentona, desde donde elabora un amplio abanico de panes para la restauración.

"Estoy muy obsesionado con el pan." Enrique Aragón volvió hace nuevo meses del extranjero para ponerse al frente del horno de su abuelo, al barrio barcelonés de Vallcarca. Es un chico joven, con empujón, que a pesar de haberse formado en el mundo de la gran empresa ha pasado horas al obrador para aprender el oficio de la familia. "Me recordaba de los 'bolduns'", las berlinas que hacía su abuelo materno y que continúan volando de las bandejas de los tres establecimientos que tienen, el último al corazón de la capital desde el abril pasado.

Igual que Boldú, Pan Solà elabora panes con cuidado, escogiendo buenas materias primeras, usando demasiada madre y respetando el tiempo necesario porque las masas se desarrollen como es debido. Ellos, pero, sólo sirven a restaurantes, como el Santo Pau de Carme Ruscalleda o el Neri barcelonés, a pesar de que originariamente tenían tienda en Argentona. Se distinguen de los panes precuits que ofrecen muchos locales no sólo por la calidad del producto, sino también por la creatividad. Se ajustan a las demandas de los clientes y hacen ir la imaginación con panecillos como el ahumado con maíz tostado, el de wasabi y soja o el de melocotón y nuevos.

Al horno barcelonés cuecen una quincena de variedades diferentes de pan de media, mercancía que combinan con la pastelería y la repostería, todo hecho a casa. "El dulce es un mundo infinitamente más rico que el pan, más guapo y tiene más posibilidades", reconoce Enrique. Pero es el pan aquello que le saca el sueño: "Quiero conseguir hacer la baguet francesa de verdad. En España nadie la hace bien". Se saldrá? Habrá que hacer un seguimiento para ver como evoluciona la barra. En cuanto a los panes de Solà, se pueden comprar a pie de calle en Barcelona, a la tienda de platos para llevarse Viania.

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