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Moritz reabre la antigua fábrica, ahora reconvertida en espacio gastronómico

Después de años de obras, la Barcelona moderna y guapa gana un templo para el paladar

fábrica moritz

fábrica moritz

Un pollastró gigante rellenado con una lata de cerveza Moritz recorrió parte de la ronda de Sant Antoni ayer al atardecer. Lo precedía una banda que interpretaba piezas de Carles Santos con tenores y, por detrás, una docena de Seat 600 cerraba la comitiva. Después, la fachada de los números 41-47 de la avenida desapareció bajo una cascada de chispas. De este modo Moritz declaró inaugurado un espacio que ha tardado años a hacerse palpable. Un sueño, un nuevo símbolo para la ciudad que el arquitecto francés Jean Nouvel ha rescatado para el siglo XXI.

Ojeras de pasta gordas, blens rubios, americanas con corbata, texanos, bambes, cazadoras, vestidos cortos de escote palabra de honor, mallas, pantalones estrechos o boinas estrafolàries se encontraron para probar los 4.500 m² de la nueva fábrica. Derechas, izquierdas, centros, clásicos, modernos, políticos, profesionales liberales, cocineros y uno pica-pica del estamento artístico del país subieron y bajar escaleras entre conversas, risas, algún platillo y una caña made in Barcelona.

A partir del 12 de diciembre la ciudad contará con un pequeño centro comercial de la gastronomía. Un espacio abierto los 365 días del año desde las 6 h hasta las 3 h en el cual la cocina catalana y la alsaciana se encontrarán al plato. Al sótano, un restaurante de alta gama compartirá metros cuadrados con una pequeña factoría artesana de cerveza, donde se elaborarán 60 hectolitros de cerveza fresca sin pasteurizar a la vista de los asistentes. La puesta en escena de todo el conjunto equilibra tradición y modernidad, la estructura y reliquias de la vieja fábrica abierta el 1856 y en funcionamiento hasta el 1978 se codean con carteles luminosos, plafones y juegos de espejos que hacen el espacio más confortable.

Un jardín vertical arraigado en un muro comunica el piso inferior con la planta baja, donde el visitante transitará por una microcerveseria, un restaurante más informal, un bar de vinos, la barra más larga de la ciudad (25 metros), un museo, una aula gastronómica, una panadería Triticum, una tienda Moritz y varios espacios polivalentes para exposiciones y conferencias. La dirección gastronómica es en manso de Jordi Villano, chef del restaurante Alkímia de Barcelona (con una estrella Michelin), que acabará trasladando el establecimiento a la fábrica Moritz.

Los invitados al acto de ayer ya pudieron probar la 'kartoffelsalat' (ensalada de patata alemana), morcillas alsacianes, xucrut del Berguedà, 'flammkuchen' (coca germánica), capipota, sepia con albóndigas, brètzels, calamares a la andaluza, pimientos de Padrón, croquetas de jamón, buñuelos de bacalao, ensaladilla rusa o pescado frito, que formarán parte de la oferta informal del lugar. Y mientras el 12 de diciembre no llega, todo el mundo está invitado al aperitivo popular que Moritz organiza el domingo 4 de diciembre para empezar a hacer boca.
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