Situado en la plaza de Santa Llúcia, justo a la izquierda de la arcada por la cual se accede y a dos pasos de la entrada del monasterio de Santas Cruces, tiene al suyo ante el balcó sobre el río, con una terrasseta donde esperar haciendo un aperitivo si el tiempo acompaña. Es uno de los restaurantes que no se han dejado llevar por modas ni prisas. Sus propietarios siguen la estrella de Hace falta Gancho, que por algo son familia. Tienen muy claro que la calçotada se tiene que empezar a comer a finales de enero y que cuando llega Semana Santa se tiene que cerrar el grifo. Y que es una come de mediodía. La capacidad del establecimiento (80 plazas) hace recomendable la reserva y la elige de turno: después de los ruegos del àngelus o cuando llega la hora nona.