El chocolate se considera un producto divino con casi cuatro mil años de existencia. Su gusto, color y forma se ha modificado mucho a lo largo del tiempo. Chocolate negro, con leche, blanca, con más concentración de cacau, con menos, etc. Los gustos y formas son numerosos. Desde su llegada con Cristòfor Colom, ahora hace más de 500 años, con sabor amargo, hasta el descubrimiento del chocolate blanco, y ahora se recupera el sabor más original y se juega con las concentraciones.
El vaivén del mundo del chocolate ha traído precisamente a hablar de la intensidad del cacau. Esta vez el chocolate con leche no es la vencedora, puesto que sólo el 24% de los participantes a la encuesta afirman que los gusta el chocolate con leche. El 44% la prefieren con un mínimo del 60% de cacau, y el 32%, con un 80% de concentración.
Vuelve la intensidad, la esencia de los grandes de cacau al paladar. Sea como fuere, el chocolate cada vez coge más protagonismo en campos alejados de la alimentación: como terapia, en productos cosméticos… Pero siempre pasando por su función por excelencia: producir placer.
