Cruda, fresca, laminada o rallada, esparcida por encima de unos huevos revueltos o fritos, de unas patatas hervidas, de pasta con un chorro de aceite de oliva, de un 'risotto' con parmesano o una ensalada, la trufa nos ofrecerá generosamente todo su perfume y sabor inimitable.
Pese a su apariencia, la trufa no es un tubérculo, sino un hongo que vive en simbiosis con las raíces de árboles como la encina, el roble o el avellano. Esta imagen engañosa esconde uno de los productos más refinados de la naturaleza, que contiene una inusitada riqueza de matices gustativos y aromáticos.
Trufa negra / Thinkstock
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