LARA SÁNCHEZ
01/12/2015El origen del yogur tiene que ver con la necesidad constante de los seres humanos de conservar la leche. Este producto lo encontramos hace cinco mil años en Sumeria (la actual Iraq), cuando transportaban la leche con sacos hechos con animales. El cuerpo del animal traspasaba el calor a los recipientes de cuero y las bacterias ácidas de la leche se multiplicaban. De esta forma, la leche se convertía en yogur. Pero no fue hasta el siglo XX que su consumo se hizo popular en Europa, gracias a un microbiólogo ruso. Al principio, se vendía en las farmacias como un medicamento más, pero con la industrialización se consolidó como postre, mientras que en Oriente se utilizaba para el desayuno, la comida y la cena, nunca como postre.
Gracias su rico contenido en calcio y su baja aportación calórica, el yogur se ha convertido en toda una fuente de salud: para la flora intestinal, refuerza la salud de los huesos, ayuda a controlar el peso y refuerza las defensas del organismo en situaciones de estrés o fatiga. Estas cualidades se deben al ácido lácteo. Es más fácil digerir un yogur que un vaso de leche. Además, es más sano cocinar el yogur para hacer salsas o 'mousses' que cocinar con nata, puesto que reduce la ingesta de grasa y supone más absorción de sales minerales y vitaminas. Es un alimento que se puede usar tanto para platos dulces como salados; por ejemplo, para acompañar la carne, convertido en salsas para las ensaladas o mezclado con cualquier tipo de fruta cortada o seca.
Tarrinas de yogur / Thinkstock
Kéfir / Thinkstock
Vaso con yogur, fruta y cereales / Thinkstock
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Dónde comprar
Yogur hecho en casa / Thinkstock
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