Tartar de lubina con langostinos

Por Mercè Navarro

Tipo de plato Primeros

Dificultad Baja

Tiempo 25

Raciones 1

Rápida y sencilla Sin
gluten Sin
lactosa

Ingredientes

70 g de lubina
Lubina
Conocida también como 'lobo de mar' por su voracidad, la lubina se diferencia de los otros pescados de prestigio por su forma más alargada, su cabeza también más afilada, y las dos espinas cortas que coronan sus agallas —sin llegar a ser peligrosas como las del pez araña o el cabracho—. Gregaria de joven, se vuelve solitaria y vagabunda al crecer, lo que, hasta que no se empezó a criar, hacía difícil la pesca y su presencia en los mercados era escasa y, por lo tanto, valorada. La carne de la lubina es resistente a la cocción y de sabor delicado; la piel, por el contrario, es fina y hace recomendable, en las preparaciones al horno, prescindir de descamarla (una vez cocida, se le saca la piel y las escamas con la ayuda de dos cucharas). Este tipo de preparaciones, cuanto más simples mejor, son las que más convienen a esta verdadera señora de los mares.
limpia de espinas y piel
50 g de colas de langostinos peladas
1 cucharada sopera (c/s) de huevos de salmón
acelga
Acelga
Verdura menospreciada, hasta el extremo de asociarla a una persona de rostro macilento ('cara de acelga'), pero que griegos y romanos alababan por sus virtudes laxantes y diuréticas. Emparentada con la remolacha, de la que solamente consumimos, hervidas, las hojas y los tallos, en forma de penca, también se puede comer cruda, en ensalada, cuando es pequeña y joven. Cuando ya es más grande, sus partes suelen ser objeto de trato diferenciado. La parte de la hoja, trabajada como las espinacas, hervida y salteada en la sartén. Las pencas —si hace falta con los nervios retirados, como en el apio—, apenas blanqueadas en agua y limón, para evitar que oscurezcan, y presentadas con salsa, fría o caliente, a la manera de los espárragos. Una última opción para la penca es el salteado en el wok que hacen las cocinas orientales, para sustituir la col china.
roja o rúcula
aceite de cebollino

Para aliñar el tartar:

1 c/s de aceite de oliva
Oliva
Fruto del olivo, que, hasta que se inventó el deshuesador, estaba condenado a convertirse en aceite o a ser un aperitivo. Desde entonces, sin embargo, pudo entrar en la cocina como un ingrediente más, incluso con derecho a cocción. Y también enriquecer el abanico de productos conservados, gracias al relleno. El primero y más tradicional, el de la anchoa, pero hoy con un número interesante de variantes, como el pimiento.
1 c/s de mayonesa
1 c/s de mostaza
Mostaza
Condimento hecho con semillas de plantas de mostaza negra y amarilla más o menos molidas y mezcladas con líquido (vino, mosto, agraz, vinagre...) que permita conservarlas. Las variedades más populares derivan de los gremios medievales franceses: la de Meaux (denominada 'antigua'), de granos negros y amarillos partidos, puestos en vinagre y de textura granulosa, y la de Dijon, de granos amarillos pulverizados, puestos en zumo de uva y de textura uniforme.
sal y pimienta blanca
Pimienta blanca
Variante de la pimienta obtenida de frutos que se dejan unos días a remojo, en agua salada, para destruir el envoltorio que cubre los granos maduros, a diferencia de los de la pimienta negra, poco maduros y que se ponen directamente a secar. Después, los granos pelados se ponen a secar. De sabor más suave que la pimienta negra, la utilización inicial tuvo —cuando menos, en la cocina aristocrática tradicional— motivos estrictamente estéticos, puesto que no se quería que se notara su presencia en salsas refinadas tradicionalmente blancas o de colores claros. Por eso, todavía hoy, la blanca es la pimienta que acompaña a pescados y aves. Y la que se emplea en buena parte de los embutidos de color claro, como por ejemplo la mortadela. Aparte, hay que tener en cuenta que la pimienta blanca se disipa fácilmente y, por lo tanto, es aconsejable tenerla en grano y molerla en el momento de usarla.
un poco de zumo de limón
Limón
Originario de la Asia más lejana e introducido en la península Ibérica por los árabes en el siglo XI, después de haberlo aclimatado al Mediterráneo, el limón no accedió a la cocina hasta muy entrado el siglo XV, para sustituir el agraz (zumo de uva verde) en muchos preparados. A partir de aquí, su expansión lo llevó hasta el contintento americano, con Colón, en su segundo viaje. Con variedades de medida y acidez variables, el limón tiene buena parte de los aromas y los aceites esenciales concentrados en las pequeñas ampollas de su coloreada piel, en contraste con la aspereza que suele conferir la pulpa. De ahí que muchas recetas gastronómicas prefieran esta piel delgada (el 'zeste', como la llaman los franceses) y no el zumo, destinado preferentemente a tareas de maceración. Por otro lado, una opción interesante y a la vez emergente, aunque poco conocida, es la de los limones confitados con sal, que nos llegan de la cultura norteafricana.
pepinillos y alcaparras
cebollino y eneldo
Eneldo
El perfume de esta hierba recuerda, como el del hinojo, al anís. Su uso se conoce desde antes de la Edad Media, cuando se consideraba que esta hierba tenía el poder de proteger de la brujería. La planta hace unos 30 cm, tiene un tronco frágil y unas hojas finas, con forma de aguja, de flores amarillas, muy pequeñas. En la cocina, combina a la perfección con pescados de carne grasa como el salmón, con vegetales como el pepino o la remolacha, con productos lácteos como el yogur, la nata o quesos frescos, con mariscos como la langosta o el bogavante, con huevos y con ensaladas y sopas. Es mejor romper las hojas a mano que no con el cuchillo. Ponedlo siempre en el último momento en las cocciones, para que no pierda su aroma. Y si hacéis una vinagreta, haced la justa, porque la acidez del vinagre o el limón lo oscurece rápidamente y le hace perder el aroma.

Tartar de lubina con langostinos

Ingredientes

70 g de lubina
Lubina
Conocida también como 'lobo de mar' por su voracidad, la lubina se diferencia de los otros pescados de prestigio por su forma más alargada, su cabeza también más afilada, y las dos espinas cortas que coronan sus agallas —sin llegar a ser peligrosas como las del pez araña o el cabracho—. Gregaria de joven, se vuelve solitaria y vagabunda al crecer, lo que, hasta que no se empezó a criar, hacía difícil la pesca y su presencia en los mercados era escasa y, por lo tanto, valorada. La carne de la lubina es resistente a la cocción y de sabor delicado; la piel, por el contrario, es fina y hace recomendable, en las preparaciones al horno, prescindir de descamarla (una vez cocida, se le saca la piel y las escamas con la ayuda de dos cucharas). Este tipo de preparaciones, cuanto más simples mejor, son las que más convienen a esta verdadera señora de los mares.
limpia de espinas y piel
50 g de colas de langostinos peladas
1 cucharada sopera (c/s) de huevos de salmón
acelga
Acelga
Verdura menospreciada, hasta el extremo de asociarla a una persona de rostro macilento ('cara de acelga'), pero que griegos y romanos alababan por sus virtudes laxantes y diuréticas. Emparentada con la remolacha, de la que solamente consumimos, hervidas, las hojas y los tallos, en forma de penca, también se puede comer cruda, en ensalada, cuando es pequeña y joven. Cuando ya es más grande, sus partes suelen ser objeto de trato diferenciado. La parte de la hoja, trabajada como las espinacas, hervida y salteada en la sartén. Las pencas —si hace falta con los nervios retirados, como en el apio—, apenas blanqueadas en agua y limón, para evitar que oscurezcan, y presentadas con salsa, fría o caliente, a la manera de los espárragos. Una última opción para la penca es el salteado en el wok que hacen las cocinas orientales, para sustituir la col china.
roja o rúcula
aceite de cebollino

Para aliñar el tartar:

1 c/s de aceite de oliva
Oliva
Fruto del olivo, que, hasta que se inventó el deshuesador, estaba condenado a convertirse en aceite o a ser un aperitivo. Desde entonces, sin embargo, pudo entrar en la cocina como un ingrediente más, incluso con derecho a cocción. Y también enriquecer el abanico de productos conservados, gracias al relleno. El primero y más tradicional, el de la anchoa, pero hoy con un número interesante de variantes, como el pimiento.
1 c/s de mayonesa
1 c/s de mostaza
Mostaza
Condimento hecho con semillas de plantas de mostaza negra y amarilla más o menos molidas y mezcladas con líquido (vino, mosto, agraz, vinagre...) que permita conservarlas. Las variedades más populares derivan de los gremios medievales franceses: la de Meaux (denominada 'antigua'), de granos negros y amarillos partidos, puestos en vinagre y de textura granulosa, y la de Dijon, de granos amarillos pulverizados, puestos en zumo de uva y de textura uniforme.
sal y pimienta blanca
Pimienta blanca
Variante de la pimienta obtenida de frutos que se dejan unos días a remojo, en agua salada, para destruir el envoltorio que cubre los granos maduros, a diferencia de los de la pimienta negra, poco maduros y que se ponen directamente a secar. Después, los granos pelados se ponen a secar. De sabor más suave que la pimienta negra, la utilización inicial tuvo —cuando menos, en la cocina aristocrática tradicional— motivos estrictamente estéticos, puesto que no se quería que se notara su presencia en salsas refinadas tradicionalmente blancas o de colores claros. Por eso, todavía hoy, la blanca es la pimienta que acompaña a pescados y aves. Y la que se emplea en buena parte de los embutidos de color claro, como por ejemplo la mortadela. Aparte, hay que tener en cuenta que la pimienta blanca se disipa fácilmente y, por lo tanto, es aconsejable tenerla en grano y molerla en el momento de usarla.
un poco de zumo de limón
Limón
Originario de la Asia más lejana e introducido en la península Ibérica por los árabes en el siglo XI, después de haberlo aclimatado al Mediterráneo, el limón no accedió a la cocina hasta muy entrado el siglo XV, para sustituir el agraz (zumo de uva verde) en muchos preparados. A partir de aquí, su expansión lo llevó hasta el contintento americano, con Colón, en su segundo viaje. Con variedades de medida y acidez variables, el limón tiene buena parte de los aromas y los aceites esenciales concentrados en las pequeñas ampollas de su coloreada piel, en contraste con la aspereza que suele conferir la pulpa. De ahí que muchas recetas gastronómicas prefieran esta piel delgada (el 'zeste', como la llaman los franceses) y no el zumo, destinado preferentemente a tareas de maceración. Por otro lado, una opción interesante y a la vez emergente, aunque poco conocida, es la de los limones confitados con sal, que nos llegan de la cultura norteafricana.
pepinillos y alcaparras
cebollino y eneldo
Eneldo
El perfume de esta hierba recuerda, como el del hinojo, al anís. Su uso se conoce desde antes de la Edad Media, cuando se consideraba que esta hierba tenía el poder de proteger de la brujería. La planta hace unos 30 cm, tiene un tronco frágil y unas hojas finas, con forma de aguja, de flores amarillas, muy pequeñas. En la cocina, combina a la perfección con pescados de carne grasa como el salmón, con vegetales como el pepino o la remolacha, con productos lácteos como el yogur, la nata o quesos frescos, con mariscos como la langosta o el bogavante, con huevos y con ensaladas y sopas. Es mejor romper las hojas a mano que no con el cuchillo. Ponedlo siempre en el último momento en las cocciones, para que no pierda su aroma. Y si hacéis una vinagreta, haced la justa, porque la acidez del vinagre o el limón lo oscurece rápidamente y le hace perder el aroma.

Preparación

Cortar con el cuchillo la carne de la lubina y las colas de los langostinos. Ponerlo en un bol y aliñarlo con todos los ingredientes.
Montaje: en un aro metálico de 7 cm de diámetro, poner el tartar y, encima, una cucharada de huevos de salmón. Sacar el aro, añadir un poco de rúcula o acelga roja y unas gotas de aceite de cebollino.